Los bots culturales: influencers de la inteligencia artificial
Archillect es un proyecto de descubrimiento de contenidos visuales que cuenta con casi 350,000 seguidores en Instagram y cerca de tres millones en Twitter
Archillect es un proyecto de descubrimiento de contenidos visuales que cuenta con casi 350,000 seguidores en Instagram y cerca de tres millones en Twitter.
Muestra sobre todo fotografías, pero la sección TV del sitio encadena vídeos de unos pocos segundos, que se repiten tres veces antes de ser remplazados por el siguiente. Es hipnótico. La curación no es realizada por un equipo humano, sino por una inteligencia artificial. A través de palabras clave, rastrea la red en busca de imágenes que ya han despertado el interés de ciertas audiencias y las convierte en posteos según los datos que extrae de las reacciones previas. La definen como una “musa digital” y como un algoritmo que intenta entender el significado del like en las redes sociales.
Esa investigación, aunque se nutra de datos masivos, es eminentemente filosófica. Se interroga sobre lo que nos constituye como seres humanos en la tercera década del siglo XXI. Como escribió el poeta y matemático español Javier Moreno en su desafiante ensayo El hombre transparente: el like es una moneda “cuyo patrón ya no es el oro sino la popularidad”, “el acto esencial de nuestro tiempo”, que no responde al pensamiento o el juicio, sino a la emoción. Lo más parecido al alma de cada ser humano, prosigue, es el Google takeout: la información recopilada por la corporación sobre todo lo que hemos buscado y encontrado en ella.
A partir de la radiografía de la interacción de millones de personas con contenidos, Archillect escanea nuestro gusto, sensibilidad y creatividad colectivos. Y señala sus manifestaciones más significativas. Tal vez sea la iniciativa más visible de curación y prescripción cultural algorítmicas, pero no es ni mucho menos la única.
Se han multiplicado durante la última década.Desde las listas de reproducción de Spotify generadas por inteligencia artificial hasta las recomendaciones de series o películas de Netflix, pasando por la publicidad personalizada de Amazon o Facebook, los algoritmos más poderosos no paran de diseñar estrategias para conocer a sus usuarios, analizar sus preferencias y adivinar el futuro de sus deseos. La silueta de sus almas lectoras.
No hay duda de que esa región matemática -la de los sistemas informáticos de las grandes plataformas- constituye el ejército principal de lo viral, en su invasión imparable de territorios de lo clásico; pero existe otro ámbito muy importante y mucho más discreto donde lo digital también penetra en la intimidad de nuestros gustos y consumo: los bots culturales. Cuando a finales de 2019 definí los OCVIs (Objetos Culturales Vagamente Identificados), no me había dado cuenta todavía de que los robots de internet, esos programas informáticos que se alían con la inteligencia artificial, también pertenecen a la familia de criaturas digitales -como las stories, los pódcasts, los memes o los relatos interactivos para dispositivos móviles- que ha alterado el panorama cultural de nuestra época.